sábado, 12 de enero de 2013

Fin de viaje, Isla Paulino, Buenos Aires, Argentina

Ahora sí la vuelta fue por el camino que debió ser desde un principio, un camino sin sobresaltos, recto, sin pantanos, mosquitos kamikazes ni ramas sacaojos. El sendero te coloca al lado del sector de proveedurías, pequeños comedores y el muelle, así que las tres últimas horas fueron de asado y descanso, con un recorrido hasta la casa del gringo que produce vino de la costa, conservas y dulces, el caballero no estaba, pero el caminito que lleva hasta su solar es encantador, un zig zag entre muelles destartalados, cañaverales vietnamitas, parrales, hortensias gigantes, construcciones de chapa y el río a tus pies.
Vuelta en lancha, con muchos menos pasajeros, Berisso, La Plata, su ruta...
Hasta aquí llega este capítulo que resultó ser toda una sorpresa, bajo la tutela de las indicaciones de mi guía espiritual platense. Habrá vuelta, seguramente, Magdalena quedó pendiente dos veces como también la ópera en el Teatro Argentino, el Estadio Único, y el horror de la casa de los Mariani-Teruggi.

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