sábado, 12 de enero de 2013

Fin de viaje, Isla Paulino, Buenos Aires, Argentina

Ahora sí la vuelta fue por el camino que debió ser desde un principio, un camino sin sobresaltos, recto, sin pantanos, mosquitos kamikazes ni ramas sacaojos. El sendero te coloca al lado del sector de proveedurías, pequeños comedores y el muelle, así que las tres últimas horas fueron de asado y descanso, con un recorrido hasta la casa del gringo que produce vino de la costa, conservas y dulces, el caballero no estaba, pero el caminito que lleva hasta su solar es encantador, un zig zag entre muelles destartalados, cañaverales vietnamitas, parrales, hortensias gigantes, construcciones de chapa y el río a tus pies.
Vuelta en lancha, con muchos menos pasajeros, Berisso, La Plata, su ruta...
Hasta aquí llega este capítulo que resultó ser toda una sorpresa, bajo la tutela de las indicaciones de mi guía espiritual platense. Habrá vuelta, seguramente, Magdalena quedó pendiente dos veces como también la ópera en el Teatro Argentino, el Estadio Único, y el horror de la casa de los Mariani-Teruggi.

jueves, 10 de enero de 2013

Objetivo I. Faro y muelle, Isla Paulino, Buenos Aires, Argentina

La caminata por el interior de la isla resultó una buena aventura, sobre todo si tomas el camino equivocado que te introduce primero en un bosque y luego te lleva por superficies embarradas y pantanosas, cierto que son pocos cientos de metros pero en algún momento vale la abstracción para pensar que uno incursiona por territorio del Khamer Rouge. El premio te lo entrega una playa enorme con ese río infinito que se abre delante de tus ojos, y ahí uno bendice el error ya que para llegar hasta el faro hay que caminar otros cientos de metros por esa arena amarronada y fresca que rápidamente te hace olvidar que anduviste entre caníbales.
En el borde de la isla se ubican algunos servicios, unas cabañas, un par de almacenes, el faro y el largo muelle de pescadores de 1200m que termina en ese impresionante mar de palos que pareciera traspasar ese horizonte en donde viven los barcos de acero y papel.

martes, 8 de enero de 2013

Pienso en verde, rumbo a Isla Paulino, Buenos Aires, Argentina

Todavía guardaba la anarquía aromática que me envolvió durante la caminata por las factorías, todavía brillaban los colores de los murales neoyorquinos, cuando llegué hasta el río buscando una embarcación que me condujera hasta la isla de la fantasía, cruzando el puente frente al monumento al pescador deportivo me llamó la atención la procesión de peces grandes que con medio cuerpo fuera del agua surcaban ese cauce de agua verde impuro en dirección del canal que los conduciría al paraíso marino del Río de la Plata, quizás el fenómeno natural sea recurrente, pero en mi vida vi semejante cardumen nadando casi por fuera del agua.
La lancha iba completa, el canal estaba bajo y la hélice tocaba fondo, fueron unos quince minutos de atención hasta que doblamos el codo del Astillero Río Santiago, un lugar digno de investigar en busca de óxido, navegué por unos quince minutos más hasta el último recreo y siguiendo la onda verde me recibieron las famosas algas fluorescentes, otra muestra del extraño mundo natural que me resulta tan lejano.

lunes, 7 de enero de 2013

Un rosarino en Nueva York, Berisso, Buenos Aires

Desde hace mucho tiempo sentía curiosidad y ganas por conocer, transitar, respirar la famosa calle 2 de Berisso, o como se hace llamar cuando quiere verse coqueta, calle Nueva York. Ubicada a unos quince minutos del centro de La Plata, tiene espíritu orillero, huele al doque, a Riachuelo, a conventillo, sus veredas desnudan el paso del tiempo y el desinterés municipal, sus fachadas aun conservan gestos que las enmarcan como pertenecientes a tal o cual colectividad y sus vecinos, los más viejos conservan el acento de los primeros italianos, rusos, turcos que pisaron la Babel argentina. La calle tiene sentido si la pensamos paredón mediante lindera a los frigoríficos más importantes de la región, hoy reconvertidos en factorías donde se producen envases plásticos, pinturas, velas, y hasta creo haber entendido la famosa crema Hinds.
Los viejos recuerdan las romerías que se armaban, las peleas en dialecto, los olores a las distintas gastronomías populares, el colorido de la ropa de las mujeres, todo sucediendo en una calle de seis, siete cuadras de largo y sus transversales. Realmente me quedé con ganas de curiosear más, indagar mas detalles, honrar los murales, averiguar sobre como se gestó el 17 de octubre de 1945, sí, aquí en cierta medida comenzó la chispa que cambió la historia contemporánea de Argentina, quizás tenga que dedicarle todo un día, vale la pena, se percibe todavía ese sentimiento de clase tan genuino que se ha ido perdiendo junto con el fin de la historia.