martes, 20 de septiembre de 2011

Interior del molino, Oroño, Santa Fe, Argentina

Los árboles haciendo de guardianes del templo, impiden la plena observación de lo que fue un bellísimo edificio de ladrillos, aunque admito todavía conserva algo poético, sobre todo por el juego de llenos y vacíos, el cielo que se filtra por los huecos, el piso cubierto de miles de hojas en decenas de capas, cierto perfume a primavera anticipada y ese plus que dan los sitios abandonados, no contaminados por la cobarde mano del hombre que depreda ante la ausencia de miradas.

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