lunes, 10 de septiembre de 2012

Gilbert y Escriña, ruins and sunflowers, Entre Rios, Argentina

Adonde uno vaya siempre habrá una ruina cerca, siempre una instalación ferroviaria, fábrica, barco, mina, iglesia, silo, muelle, casona, almacén, puente habrá entrado al salón de la fama de este cazador de abandonos. Los alrededores de Basso no son la excepción, estos pueblitos camino a Urdinarrain transitan el paciente camino al olvido, en especial Escriña en cuya estación no hay cabida para que el tren vuelva a detenerse.
Paso parte de la tarde recorriendo los restos desvastados por los profanadores de sueños, pensando que inexplicables mecanismos llevan a alguien a destruir su propia historia, como puede una persona pasar todos los días por delante de ese volúmen lacerado, sabiendo que algo de su alma yace como trofeo en su comedor diario.
Gilbert ha conservado el edificio de la estación gracias a un centro de jubilados que se ha hecho cargo del cuidado de ella, su césped está impecable, su enredadera, sus carteles, sus maderas, bien, me siento bien y me urge denunciarlo. A la salida, por el camino viejo un antiguo almacén yace escondido tras profundas sombras que opacan su madura belleza, vuelvo a Basso, vuelvo a las vías, vuelvo a sacar las mismas fotos ahora con el sol cayéndose a pique, no me conforman, demasiadas sombras, serán verdaderas me pregunto, o será que niego la luz, tanto daño, tanto desdén me quitó el color de los sunflowers del comienzo, rápido, rápido, un impresionista aquí por favor.

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