martes, 31 de julio de 2012

Vacación de un día, descubriendo Nogoyá, Entre Ríos, Argentina

Hay sitios que se nos presentan como desafiantes, sitios que a priori no se distinguen como portadores de bellezas exultantes, sitios de eterno paso, bueno Nogoyá siempre me pareció que reunía esas condiciones, así que cámara en mano y mochilita en la espalda me decidí ir al encuentro de un planeta de incógnitas.
Se supera el Paraná, se transita 60km por entre ríos e islas que reproducen el asombro, se bordea la bella Victoria y se continúa 4o y tantos kilómetros más por entre campos, curvas y lomadas, hasta que de repente aparece en silencio y sin estridencias la solitaria ciudad en cuestión. Un pequeño parque, un colegio nuevo, un normal de principios de siglo pasado, unas casas que cargan décadas y se llega a la plaza, clásica, con su iglesia vestida de fiesta para conmemorar a su patrona, una municipalidad que luce renovada para la ocasión, puestos con artesanías de muy buena factura y un aire a que todo sucede en esos 100m por 100m.
Unas rápidas averiguaciones me dirigen hacia su cementerio que se distingue por un Cristo que espera con los brazos extendidos, paso maestro!!, tan sólo pretendo unas fotos y salgo nuevamente, se distingue además por su vieja capilla y por sus leyendas sobre aparecidos. En su interior me cruzo con los consabidos ángeles de piedra que tanto me atraen y con la historia de una familia aniquilada por la dictadura.
Vuelvo hacia la plaza principal, contrariado por la historia anterior y buscando la otra margen de la ciudad para encontrarme cara a cara con los despojos ferroviarios y la zona de silos.
Casas centenarias, mucho ladrillo y toda una extensión de grandes edificios abandonados, me siento en mi mundo, me convierto en arqueólogo urbano. Maldigo al tiempo que siempre se torna escaso y sentado en la plaza que antecede al desamparo evalúo que siempre se pueden encontrar lugares, todos los pueblos y ciudades algo guardan para el descubrimiento y quizás cuando la expectativa es sinónimo de incógnita ese algo puede convertirse en más que grata sorpresa. Nogoyá no fue excepción, desando el camino lleno de imágenes cargadas de cierto dramatismo, imágenes que pedían a gritos ser rescatadas de ese mote de ciudad que genera una eterna indiferencia.

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